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S'estan mostrant les entrades d'aquesta data: març, 2018

ID CON DIOS

            Un hombre te mira des del otro lado de una mesa cuadrada, blanca y construida con metal y polímeros plásticos. En la habitación no hay nadie más. Tu radar biométrico así te lo indica.             Escaneas su iris. Es el inspector Ray Ledbury, nacido el treinta de agosto del 2073 en New-Newcastle. Reside en Flowton St., 294, piso 45, puerta J. Casado con Rose Mary, padre de Cole y Diana. Él te mira fijamente. Tu ordenador mide sus microexpresiones. Distancia entre cejas, grado de inclinación de comisuras labiales, arruga prefrontal. Su rostro dice que está enfadado.             ―Robot, estás siendo retenido y interrogado en virtud del artículo K-772 del código ético 23 del anexo de la Tercera Ley Asimov ―te explica el inspector―. Pido permiso para acceder a la raíz base.             ―Permiso concedido ―respondes tal como dicta tu programación. No colaborar con los cuerpos de seguridad es un delito. Los clérigos no deben quebrantar la ley del hombre.             ―

LO QUE NO MATA, ENGORDA

          Me encanta desayunar con mi familia. Todos juntos alrededor de la mesa, compartiendo el inicio de un nuevo día. De hecho, ahora que lo pienso, es el único momento del día en que los cinco estamos en la misma habitación.             ―Bern, con las manos no ―le regaña Günter al pequeño, que tiene los dedos llenos de crema de cacao. Con un gesto de resignación, el niño se limpia y coge un tenedor. Me extraña que Günter se haya dado cuenta, absorto como está en el holo-periódico.             Yo sigo con lo mío, sino se quemará la panceta. Y sería un verdadero desperdicio que se quemara. Sobre todo por los alonutrientes. ¿Por qué aún nadie ha inventado las sartenes con chip de autoapagado?             ―Mamá, venga que me tengo que ir. Si no salgo ya no llego al entreno ―dice Paul levantándose de la mesa. Qué cuádriceps se le han puesto desde que come panceta. Se lo dijo su entrenador, y desde entonces es su neocomida favorita. Y claro, cuando se pone como se pone ya le

FRÍO Y CALOR

           Una gota de sudor resbala por mi muslo, abandona mi piel y entra en contacto con el metal de su cuerpo. Me encanta el contraste de temperaturas. Su cuerpo es frío como el hielo, igual que su mirada, pero mi clítoris arde como un volcán. A la tenue luz de una vela, sigo balanceando mi cadera como las olas del mar, al ritmo perfecto, mientras él me sigue con su pelvis metálica. Apoyo mis manos en su pecho de acero y, al hacerlo, eleva ligeramente el pubis y se adentra más en mí. Los centímetros justos para intensificar mi placer. No puedo evitar clavar mi vista en sus iris pintados de verde. Su programación es tan detallada que en ese momento sus pupilas se dilatan un poco. Mi corazón se acelera. Su sensor lo nota e incrementa la métrica de sus movimientos. Sabe perfectamente lo que quiero; mis deseos son parte de su software. Me dejo llevar, y empiezo a gemir. Sus manos se posan sobre mis nalgas, y los músculos neumáticos de sus dedos estrujan ligeramente mi carne. Sabe